Se acabó lo bueno. El despertador vuelve a sonar, el tráfico resurge de sus cenizas y ese ordenador que parecía apagado te recibe con el cariño de 345 correos sin leer. Sí, amigo, has vuelto al trabajo.
Pero no sufras: la depresión post-vacacional existe, sí, pero también existe la capacidad infinita de tomarnos las cosas con humor (y con mucho café). Aquí tienes un pequeño manual de supervivencia para que la vuelta al curro no te parezca una condena, sino… bueno, al menos un trámite soportable.
1. El síndrome de la maleta fantasma
Durante las vacaciones todo encajaba en una mochila. Chanclas, bañador, gafas de sol y una ilusión desmedida por no hacer nada. Ahora, en la oficina, necesitas habilidades de prestidigitador: concentrarte, contestar mails, recordar contraseñas… y encima sonreír. La maleta de las ganas no aparece ni con geolocalizador.
2. El correo maldito
Ese mensaje que empieza con “Bienvenido de nuevo, espero que hayas descansado, necesitamos…” debería estar prohibido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Consejo práctico: responde siempre con un entusiasta “Claro, ¿qué tal en 2026?”.
3. El café pasa de hobby a religión
En verano, el café era un capricho: “Venga, me tomo uno con hielo, que estoy de vacaciones”.
En septiembre se convierte en tu única conexión con el mundo real. Tu barista ya sabe tu número de la Seguridad Social, tus traumas de la infancia y la clave del wifi.
4. El desfile cromático en la oficina
La vuelta al trabajo también es un festival de tonos de piel:
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El que viene bronceado como si trabajara en Benidorm de socorrista.
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El que vuelve rojo gamba, con más piel pelada que paciencia.
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Y el que, como tú, parece que ha pasado las vacaciones en un sótano de Mordor.
5. El drama de los pantalones largos
Hay algo cruel en ponerse unos vaqueros tras semanas de pantalón corto. Es como volver a una relación tóxica: incómodo, apretado y con cero margen de maniobra. Spoiler: los botones no han encogido, han crecido las tapas.
6. El reloj traicionero
En vacaciones el tiempo se mide en siestas y atardeceres. En el trabajo, cada minuto es un eterno recordatorio de que la física existe y que, efectivamente, la jornada laboral es más larga que el mes de agosto.
7. El secreto está en la actitud
La vuelta es dura, no lo vamos a negar. Pero piensa en esto: si no trabajáramos, las vacaciones no tendrían ese sabor a gloria bendita. Así que enciende una playlist de chiringuito, ponte colonia de coco si hace falta y convierte tu escritorio en tu pequeño resort mental.
Bonus track: esperanza matemática
Cada día que pasa es un día menos para las próximas vacaciones. ¿Que faltan 11 meses? Sí. Pero eso son solo 330 cafés, 220 series empezadas y 10.000 memes de WhatsApp. ¡Lo tienes hecho!
Conclusión: volver de vacaciones no es el fin del mundo. Es solo el recordatorio de que sobrevivimos un año más para tener derecho al siguiente descanso. Mientras tanto, humor, café y un poco de autoengaño son la mejor receta para seguir adelante.